23 octubre 2006

Otra historia de Burbujas

Durante septiembre los datos de vivienda en EE.UU. sorprendieron al mercado con un alza luego del fuerte rumor que hablaba de desaceleración cuando en agosto el precio promedio de las viviendas cayó por primera vez en 11 años.

Constructoras e Inmobiliarias hacían sus peores pronósticos: caída en los precios, desaceleración y menores ganancias. Aumentando así la probabilidad del estallido de la burbuja inmobiliaria.

De ahí la sorpresa al ver los datos actuales. Algo similar ocurre en
España donde la tan esperada explosión estaría tardando en llegar. Mientras, la gente tratando de vaticinar el futuro de las formas más insospechadas. Donde todo vale, hasta el Google Trends, para evitar estar en el epicentro cuando estalle la burbuja y bajen los precios.

Es que nadie quiere repetirse la historia de Tokio donde el precio de las viviendas cayó ininterrumpidamente durante 12 años o la de
Shangai durante enero pasado cuando los corredores de propiedades vieron caer en casi dos tercios sus ingresos por comisiones de venta. O lo que está comenzando a ocurrir ahora en Sydney, donde las viviendas en algunos suburbios están sufriendo retrocesos cercanos al 10%. O como lo que se podría esperar que ocurra en la India, país que actualmente estaría en plena escalada de precios.

Cualquiera sea el caso, la historia nos ha enseñado que las burbujas económicas se distinguen cuando ya se ha producido el pinchazo, no antes. Lo cual acentúa aún más sus dolorosos efectos, tal como lo explica Yoshihisa Nakashima: su departamento hoy vale la mitad de lo que pagó hace 14 años, durante la burbuja inmobiliaria que afectó a Tokio en 1991.

La génesis de un fenómeno

Una burbuja descansa en las bajas tasas de interés, que permiten acceder a créditos baratos. Tentados por estas atractivas tasas, las personas entran al mercado inmobiliario dinamizando la industria de la construcción (que como se sabe tiene efecto multiplicador en la economía).

Este efecto multiplicador provoca mayor consumo que pronto hace temer un disparo en la inflación, generando un estado de alerta en la autoridad económica. Recordemos que el mejor método para enfríar el consumo es restringir la cantidad de dinero circulando, lo que se logra con un mayor precio del dinero. Entonces la autoridad comienza a subir las tasas de interés.

¿Qué ocurre entonces?. En algunos casos, consecuencias desastrosas.

La venta de viviendas se estanca, se comienzan a realizar rebajas y los propietarios observan que el valor de su casa cae por debajo de la deuda que tiene sobre esa misma propiedad. Tan repentinamente como habían llegado, los capitales se van. Todo el mundo trata de salir del mercado, mientras los anuncios “Se Vende” comienzan a poblar la ciudad y el anunciado estallido de la Burbuja Inmobiliaria se hace sentir.

Les dejo un video que encontré en el Blog Salmón. Se trata de una noticia elaborada por la cadena norteamericana ABC News donde explica de manera sencilla el fenómeno descrito. Por cierto, si bien el sonido es muy malo, está subtitulado.


6 comentarios:

Joe Rotger dijo...

Esther,
Pensé que el siguiente artículo te interesaría:
http://www.newyorker.com/talk/content/articles/061030ta_talk_surowiecki

En pocas palabras, la cosa está más mala de lo que aparenta...

Esther Croudo Bitrán dijo...

Gracias Foster.

Hola Joe, gracias por el dato lo leeré.

Anónimo dijo...

Hola Esther,
Te escribo comentando, desde mi punto de vista, la situación en España, puesto que desgraciadamente no conozco la situación en otros países.
Efectivamen puede que tengamos unos precios elevados, o muy elevados, pero que no sé si pueden calificar como de burbuja inmobiliaria.
Por qué siempre las "tensiones" económicas, o posibles dificultades...., se atribuyen a la acción de los ciudadanos? Somos realmente los culpables de esta "burbuja" porque hemos podido acceder a unos créditos más baratos?
Por qué los sesudos economistas no hablan de la muy perversa influencia que tienen todos los escalafones del gobierno en la fijación de los precios de la vivienda? Por qué no se habla de que una de las mayores fuentes de financiación de los ayuntamientos se obtiene a través de la vivienda vía impuestos, vía recalificaciones, vía subastas de terrenos?
En España hoy se habla de una nueva ley que reducirá los costes de las hipotecas, pero sobre qué costen han actuado? sobre los bancos, sobre los notarios, etc, por qué no han bajado sus impuestos?
Por qué cuando quieren hacer una política que facilite el acceso a la vivienda a determinados colectivos se habla de viviendas de protección oficial o vivienda de precio tasado? Alguien ha calculado quién paga realmente esas viviendas? Pues las pagan el resto de ciudadanos que en la misma promoción han comprado a precio libre. El constructor calcula las viviendas que realizará, calcula su margen y obtiene su beneficio por vivienda o metro cuadrado y si luego hay una serie de viviendas o metros cuadrados sobre los que obtendrá menor beneficio lo que hace es incrementar el margen al resto de viviendas.
En definitiva, creo que mientras no se permita a los mercados actuar de una manera mucho más libre, sin tanta interferencia y sin tanto intrusionismo, será dificil que opere el juego de la oferta y la demanda y por tanto los precios serán la ilusión que quieren que sean, y no los que se fijarían libremente. Si no tuviese que pagar tantos impuestos por comprar, o por vender, o por firmar una hipoteca, o...., a lo mejor a la hora de vender mi casa pensaba en unos miles de euros menos.
Un saludo a todos los lectores.

Esther Croudo Bitrán dijo...

Javier: Gracias por tu tremendo aporte.

Anónimo dijo...

Javier busca un culpable
La economía mundial entra en crisis y todos salimos en busca de los culpables directos e inmediatos. Este tipo de reo siempre es fácil de señalar; cronológicamente alguien fue el último en pisar el palito. Que Bush, que unos bancos irresponsables, que alguien que se endeudó por sobre sus posibilidades. Pero si observáramos algo más detenidamente, nos encontraríamos con razones históricas y epistemológicas que los reyes de la creación arrastrábamos desde muy antiguo y fuimos barriendo prolijamente debajo de la alfombra del olvido. Veamos cómo:
No es imperioso caer en los excesos del clasismo marxista para observar que en la sociedad actúan distintos sectores, cuyos intereses no siempre coinciden y frecuentemente se contraponen. Cuando existe concurrencia en lo económico, político y cultural, los sociólogos hablan de cohesión social. Otras veces la puja de intereses parece insalvable y los teóricos de parte aumentan la tirantez cerrándose cada uno a las visiones de los demás. En algunos momentos de la historia y lugares de la geografía ha sucedido una tercera situación –la que nos interesa– en que, resueltamente, un sector tomó el liderazgo de la cosa; por ejemplo los señores feudales en la Edad Media, la alta nobleza en la modernidad, la burguesía industrial a inicios de los tiempos contemporáneos. Un concurso de situaciones –que acostumbramos llamar coyuntura– funcionó en estos casos para que tal sector alcanzara fuerza propia. Lo curioso es observar que esas situaciones fueron generalmente acompañadas de algunos refuerzos que para el caso de nuestro análisis adquieren especial importancia:
1. El sector hegemónico logró consenso entre el resto de los sectores –aunque menos favorecidos o directamente perjudicados– por ser el único capaz de generar empleo (de cualquier calidad que fuera) y de brindar un marco de protección y seguridad.
2. Intelectuales de muy alto nivel aportaron una estructura teórica en la que el predominio del poderoso se presentaba como acorde a La lógica y a La naturaleza de las cosas. Estoy pensando en gente del nivel de Aristóteles, Tito Livio, Santo Tomás, Hume, Smith, aunque luego el degradé pasara por eruditos menores, publicistas, gurúes y meros ideologistas y asesores de partido.
3. Aquella coyuntura de poder, el consenso y la plataforma intelectual, a más de la tendencia que todos tenemos de mirar el mundo desde nuestro horizonte de intereses, convencieron firmemente al sector dominante de ser no sólo el dueño de la verdad sino también el propietario del mundo (recordemos la expansión europea) o de su país (las oligarquías latinoamericanas) y auto asignaron a sus acciones e intereses la calidad de bondad natural e infinita: Los señores feudales no aceptaban límites de sus vasallos ni del rey a quien consideraban sólo el primum inter pares; los reyes absolutistas no reconocían sobre sí otra potestad que la de Dios, por eso anularon parlamentos y otras formas de expresión ajena; hasta las proximidades de la Primera Guerra Mundial la burguesía no concibió que existiera alguna razón para que los asalariados tuvieran que votar. A su vez llevaba la civilización por el mundo con lo que el gran silogismo de la bondad concluía perfectamente.
Vengamos hacia nuestros tiempos y observaremos que desde 1946 se presenció en el mundo un avance sin precedentes de las grandes corporaciones por sobre el poder de los Estados. Se habló primero de multinacionales, luego de capitales de inversión y de sus posibilidades de negociar mano a mano con los gobiernos.
Una libre interpretación del pensamiento de Milton Friedman y de la economía clásica contribuyó a la construcción de una ortodoxia. Sabemos que las ortodoxias pretenden ajustarse a las fuentes, pero en realidad siempre han sido conservadorismos y, como tales, instrumentos ideológicos del grupo de mayor poder. Cuando dejó ya de hablarse de empresas multinacionales, a mediados de los ’80, era notable que los grupos de capital más concentrados eran los actores centrales y no negociaban con los gobiernos, ni con las empresas; les imponían sus condiciones. En los ’90 ya prácticamente eran el gobierno. Se construyó entonces lo que técnicamente es un fundamentalismo: la alianza de un grupo de poder muy concentrado apropiado de los poderes del gobierno con una pléyade de eruditos que sostiene la ortodoxia que lo justifica. La gloria del neoliberalismo.
En los EE.UU. fue extremo. Al compás de ese fundamentalismo se cayó en los más grandes desatinos que ese país haya cometido en su historia, en orden económico, político y social. Las clases medias y bajas perdieron poder adquisitivo en forma brusca como resultado de conceptos que subestimaban la producción y consumo de bienes y servicios y priorizaban la pura circulación de capitales. Las periódicas crisis que se originaron en la especulación abierta, la destrucción del mercado interno y el descuido en los sistemas de producción se atacaron con el mismo brebaje: medidas monetarias y fiscales que fueron creando burbujas cada vez más grandes y que cada vez reventaban más seguido. Esto era acompañado de dos fenómenos inéditos:
-China entró con medio cuerpo en el mundo capitalista; un medio cuerpo con grandes ventajas competitivas. La tecnología de punta que llevaba consigo y la mano de obra ultra barata que absorbía de la mitad del cuerpo que quedaba fuera. Los dueños del poder, en EE.UU. no dudaron en endeudar a su propio país y migrar capitales, instalaciones, y empleo hacia el extremo oriente. Su negocio estaba fuera, en el orden financiero internacional, no dentro.
-La masa de activos financieros creció geométricamente y perdió toda referencia con la producción de bienes y servicios.
La Unión Europea y Japón no lograron sustraerse a semejante gravitación y menos aun los países emergentes. Toda la economía mundial se hundió en la distorsión más extrema.
Los componentes estaban todos colocados sobre la mesa, sólo faltaba un detonante. La última burbuja, la de las hipotecas, lo fue y los análisis más frecuentes la declaran única culpable.-

Julio Babboni
Reademio@yahoo.it

Anónimo dijo...

Javier busca un culpable
La economía mundial entra en crisis y todos salimos en busca de los culpables directos e inmediatos. Este tipo de reo siempre es fácil de señalar; cronológicamente alguien fue el último en pisar el palito. Que Bush, que unos bancos irresponsables, que alguien que se endeudó por sobre sus posibilidades. Pero si observáramos algo más detenidamente, nos encontraríamos con razones históricas y epistemológicas que los reyes de la creación arrastrábamos desde muy antiguo y fuimos barriendo prolijamente debajo de la alfombra del olvido. Veamos cómo:
No es imperioso caer en los excesos del clasismo marxista para observar que en la sociedad actúan distintos sectores, cuyos intereses no siempre coinciden y frecuentemente se contraponen. Cuando existe concurrencia en lo económico, político y cultural, los sociólogos hablan de cohesión social. Otras veces la puja de intereses parece insalvable y los teóricos de parte aumentan la tirantez cerrándose cada uno a las visiones de los demás. En algunos momentos de la historia y lugares de la geografía ha sucedido una tercera situación –la que nos interesa– en que, resueltamente, un sector tomó el liderazgo de la cosa; por ejemplo los señores feudales en la Edad Media, la alta nobleza en la modernidad, la burguesía industrial a inicios de los tiempos contemporáneos. Un concurso de situaciones –que acostumbramos llamar coyuntura– funcionó en estos casos para que tal sector alcanzara fuerza propia. Lo curioso es observar que esas situaciones fueron generalmente acompañadas de algunos refuerzos que para el caso de nuestro análisis adquieren especial importancia:
1. El sector hegemónico logró consenso entre el resto de los sectores –aunque menos favorecidos o directamente perjudicados– por ser el único capaz de generar empleo (de cualquier calidad que fuera) y de brindar un marco de protección y seguridad.
2. Intelectuales de muy alto nivel aportaron una estructura teórica en la que el predominio del poderoso se presentaba como acorde a La lógica y a La naturaleza de las cosas. Estoy pensando en gente del nivel de Aristóteles, Tito Livio, Santo Tomás, Hume, Smith, aunque luego el degradé pasara por eruditos menores, publicistas, gurúes y meros ideologistas y asesores de partido.
3. Aquella coyuntura de poder, el consenso y la plataforma intelectual, a más de la tendencia que todos tenemos de mirar el mundo desde nuestro horizonte de intereses, convencieron firmemente al sector dominante de ser no sólo el dueño de la verdad sino también el propietario del mundo (recordemos la expansión europea) o de su país (las oligarquías latinoamericanas) y auto asignaron a sus acciones e intereses la calidad de bondad natural e infinita: Los señores feudales no aceptaban límites de sus vasallos ni del rey a quien consideraban sólo el primum inter pares; los reyes absolutistas no reconocían sobre sí otra potestad que la de Dios, por eso anularon parlamentos y otras formas de expresión ajena; hasta las proximidades de la Primera Guerra Mundial la burguesía no concibió que existiera alguna razón para que los asalariados tuvieran que votar. A su vez llevaba la civilización por el mundo con lo que el gran silogismo de la bondad concluía perfectamente.
Vengamos hacia nuestros tiempos y observaremos que desde 1946 se presenció en el mundo un avance sin precedentes de las grandes corporaciones por sobre el poder de los Estados. Se habló primero de multinacionales, luego de capitales de inversión y de sus posibilidades de negociar mano a mano con los gobiernos.
Una libre interpretación del pensamiento de Milton Friedman y de la economía clásica contribuyó a la construcción de una ortodoxia. Sabemos que las ortodoxias pretenden ajustarse a las fuentes, pero en realidad siempre han sido conservadorismos y, como tales, instrumentos ideológicos del grupo de mayor poder. Cuando dejó ya de hablarse de empresas multinacionales, a mediados de los ’80, era notable que los grupos de capital más concentrados eran los actores centrales y no negociaban con los gobiernos, ni con las empresas; les imponían sus condiciones. En los ’90 ya prácticamente eran el gobierno. Se construyó entonces lo que técnicamente es un fundamentalismo: la alianza de un grupo de poder muy concentrado apropiado de los poderes del gobierno con una pléyade de eruditos que sostiene la ortodoxia que lo justifica. La gloria del neoliberalismo.
En los EE.UU. fue extremo. Al compás de ese fundamentalismo se cayó en los más grandes desatinos que ese país haya cometido en su historia, en orden económico, político y social. Las clases medias y bajas perdieron poder adquisitivo en forma brusca como resultado de conceptos que subestimaban la producción y consumo de bienes y servicios y priorizaban la pura circulación de capitales. Las periódicas crisis que se originaron en la especulación abierta, la destrucción del mercado interno y el descuido en los sistemas de producción se atacaron con el mismo brebaje: medidas monetarias y fiscales que fueron creando burbujas cada vez más grandes y que cada vez reventaban más seguido. Esto era acompañado de dos fenómenos inéditos:
-China entró con medio cuerpo en el mundo capitalista; un medio cuerpo con grandes ventajas competitivas. La tecnología de punta que llevaba consigo y la mano de obra ultra barata que absorbía de la mitad del cuerpo que quedaba fuera. Los dueños del poder, en EE.UU. no dudaron en endeudar a su propio país y migrar capitales, instalaciones, y empleo hacia el extremo oriente. Su negocio estaba fuera, en el orden financiero internacional, no dentro.
-La masa de activos financieros creció geométricamente y perdió toda referencia con la producción de bienes y servicios.
La Unión Europea y Japón no lograron sustraerse a semejante gravitación y menos aun los países emergentes. Toda la economía mundial se hundió en la distorsión más extrema.
Los componentes estaban todos colocados sobre la mesa, sólo faltaba un detonante. La última burbuja, la de las hipotecas, lo fue y los análisis más frecuentes la declaran única culpable.-

Julio Babboni
Reademio@yahoo.it