29 marzo 2006

La seguridad de lo inseguro


Las calles de Francia presenciaron multitudinarias manifestaciones de trabajadores y estudiantes el martes 28 de marzo recién pasado. Algunos calculan un millón de personas, otros tres millones. Lo cierto, es que se trata de la mayor de todas las concentraciones que se recuerde en los últimos años en dicho país.

El
Contrat Première Embauche o CPE (Contrato del Primer Empleo) es el “leit motive”.

El origen del debate

Una de las razones más poderosas que explicaría la tan cuestionada propuesta del gobierno francés es: hacer frente al problema del alto desempleo juvenil. Revisemos algunas cifras para situarnos en el contexto.

Según datos entregados por
OCEI el desempleo en Francia oscilará durante el presente año entre un 9,3 y un 9.7%. Índice muy cercano a lo observado en el 2005 y del cual le ha sido imposible alejarse desde hace más de 10 años.

Mas preocupante aún es lo que ocurre en el grupo de personas que tienen entre 25 y 35 años, cuya tasa de desempleo alcanza un 22% o 23%. Tasa que además de ser la más alta de Europa occidental rara vez ha descendido del 20% desde 1983.


La causa


Estas altas tasas de desempleo y su permanencia en el tiempo se explican -en parte- por que los mercados laborales de Francia son muy restrictivos. Es decir, poseen una serie de reglas y normas que en su espíritu pretenden proteger a los trabajadores, pero que en la práctica terminan por desfavorecerlos.

En Francia es mucho más difícil, y mucho más costoso, despedir a un trabajador que en EE.UU., Hong Kong, e incluso que en algunos países de Europa Occidental como Gran Bretaña.

Y a pesar de que un mercado laboral más flexible asusta por una supuesta inestabilidad para el trabajador, las cifras de desempleo son ostensiblemente más bajas en países más liberales.

Según la Universidad de Michigan, el desempleo de EE.UU. será del 4,7% durante este año, menor al 5,1% del 2005 y del 2004. En tanto Gran Bretaña registra record históricos en la creación de empleo permitiendo la reducción continua de la tasa de desempleo hasta situarse por debajo del 5% anual desde 2001.

No hay que desconocer que en ambos países el crecimiento alcanzado por su economía contribuye también a mantener un bajo desempleo. EE.UU. lleva un aumento promedio anual del Producto Interno Bruto (PIB) entre 1995 y 2004 del 3,2% y se espera para el 2006 un crecimiento del 3.1%. En tanto, Gran Bretaña mostró -durante la última década- las mejores tasas de crecimiento sostenido de las grandes economías europeas, aunque para este año se espera un crecimiento del 2,5%. En cambio Francia -según datos entregados por
OCEI- no logra hacer crecer su economía más allá del 2% anual desde el año 2000 y este año no será la excepción. Con este lento crecimiento parece imposible provocar reducciones significativas en la tasa de desempleo, más aún con la enorme población de inmigrantes que llega a Francia para obtener mejores condiciones de vida.

Así las cosas, una salida –no conozco otra- es el camino que ya varios países europeos han adoptado, incorporar políticas de flexibilidad laboral, que tiendan a la desregulación del mercado del trabajo.

Manifestaciones contra el CPE en Francia (Foto: Reuters)

Y entonces, ¿por qué las protestas?

Francia ha realizado notables esfuerzos para preservar su cultura estatista mediante la adopción de posturas proteccionistas. Sus ciudadanos han gozado del Estado Benefactor y están acostumbradas al populismo de sus gobiernos.

Para muchos franceses -especialmente la clase media que ya soporta pesadas cargas impositivas- su sistema de protección social les da un sentimiento de seguridad, por los subsidios de cesantía y por el empleo protegido. Por ello no entienden por qué facilitar el despido de los jóvenes pueda ser una solución para el gravísimo problema de desempleo del país.

Y es que, dicho fríamente parece un horror. ¿Cómo se puede despedir a un empleado fácilmente, y hacerlo vivir con modestos subsidios de cesantía que se acaban después de seis meses?

Pero se puede, siempre y cuando existan otras opciones contractuales. Para garantizar el empleo no se requiere un Estado paternalista que proteja al trabajador del riesgo de perder un empleo. Se requiere un Estado que garantice un mercado competitivo, donde si un trabajador se queda sin trabajo tenga la certeza que podrá rápidamente encontrar un nuevo empleo. Un Estado que garantice transparencia y facilidades para que las empresas entren y salgan de un negocio ya que una mayor libertad y flexibilidad para moverse impulsará a las empresas a tomar más empleados en vez de menos en la medida que se le permita adaptarse al entorno creando modalidades de empleo alternativos.
Un Estado que aumente la probabilidad de empleabilidad, especialmente en los sectores más vulnerables, otorgando capacitación y educación de calidad para que se pueda optar a mejores trabajos y por ende a un mejor standard de vida.