Mucho se habla de la enfermedad holandesa, al menos acá en Chile, y pocos entienden de que se trata, por que se produce y como actúa. Como no he tenido mucho tiempo para escribir les quiero dejar una historia que uno de mis alumnos bajó de Internet y llevó a clases, cuando conversamos de esta -para muchos- desconocida enfermedad. Les aseguro que luego de leer la historia van a dar cátedra con el tema. ¡¡Me cuentan!!.
“En una lejana región del mundo se situaba el país de Gasolandia, cuya economía tenía solo tres sectores. El sector petrolero, totalmente volcado al exterior, produciendo bienes exportables. De hecho este país era muy rico en gas natural. El sector de la construcción que solamente producía casas para los residentes de Gasolandia, es decir una industria que producía bienes no exportables, y el sector industrial también productor de bienes que pueden ser exportados. Sus empresas producían camisas de algodón que en su mayoría se vendían en el exterior.
Los habitantes de Gasolandía tenían una vida modesta y se quejaban frecuentemente de su condición económica atrasada. Un bello día, Gasolandia cierra un contrato millonario de exportación de gas natural con Pelelandía, un país con un inmenso potencial industrial. Con el transcurrir del tiempo, las exportaciones de este hidrocarburo representan el sustento de los Gasolandeses. Más del 30% de sus ingresos totales de exportación comienzan a ser generados por el sector petrolero.
Obviamente grupos de gasolandeses privilegiados vinculados directamente e indirectamente al negocio de la exportación de gas natural ven que sus ingresos aumentan. Por supuesto, aprovechando el periodo de vacas gordas, deciden comprar preciosas casas e inaugurarlas a ritmo de salsa, mucho whisky escocés y otras delicatessens importadas. La industria de la construcción también festeja. Se produce un exceso de demanda de casas y por supuesto los precios aumentan.
Precios de bienes no exportables altos y exceso de gasodólares produce una apreciación del tipo de cambio. Es decir que cada vez más se necesitan menos Gasoles (la moneda local) para comprar un dólar. Por supuesto se da un enorme auge de los viajes al exterior y de la compra de bienes importados.
Pero al otro lado del bosque, los productos de la incipiente industria de Gasolandia que están destinados al mercado externo, son cada vez más caros para los consumidores de otros países. La apreciación del tipo de cambio reduce la competitividad de las camisas gasolandeses en el mercado internacional, y por lo tanto, la industria de camisas comienza atravesar dificultades.
Al mismo tiempo, las empresas petroleras y de la construcción, en auge económico, contratan cada vez más profesionales y obreros. La mano de obra tiende a concentrarse en el sector exportador de gas y en la construcción. Sólo las personas menos calificadas, que a estas alturas ya son muy pocas, se quedan para fabricar camisas de algodón. La industria de bienes exportables no petrolera (las empresas de camisas), disminuye su productividad. La apreciación del tipo de cambio y la recolocación de la mano de obra hacia sectores que pagan mejor, comienza a estrangular a la industria de Gasolandia.
Pero otro bello día, el gas se hizo gas, porque es un recurso no renovable, y los gasolandeses despiertan del espejismo y se enteran que habían sido víctimas de un virus holandés que redujo su sector industrial al mínimo. Crecieron en el corto plazo, pero casi destruyeron su incipiente industria. En otras palabras, el "boom" de recursos naturales condena a Gasolandia a tener un nivel de crecimiento bonsái en el largo plazo.